Octubre 2016
72
años (1917-1989) de “reeducación” y genocidio llevados adelante por psicópatas
comunistas, no bastaron en la Unión Soviética para hundir el espíritu
emprendedor humano que hoy vuelve a manifestarse, aún entre legislaciones
frenantes y transas mafiosas enquistadas en el Estado.
72
años (1943-2015) de “reeducación” y estafas oportunistas llevadas adelante por peronistas
vivillos tampoco habrán bastado en la Argentina para hundir el espíritu
emprendedor de nuestro pueblo, que hoy puede empezar a surgir otra vez aún
entre legislaciones asfixiantes y transas mafiosas enquistadas en el Estado.
Aun
así, debemos asumir en profundidad que el objetivo de la mayor parte de
nuestros políticos populistas y de sus militantes de base sigue siendo,
simplemente, el robo impune.
Tal
y como nos muestran sus líderes: los Evos, Dilmas, Lulas, Kirchners, Menems,
Chávez, Maduros, Castros, Ortegas o Correas entre otros para los que robar ha
sido… un mero acto de servicio.
Como
también lo era asaltar bancos, poner bombas entre la gente o secuestrar
adversarios en los tiempos en que muchos de ellos revistaban en organizaciones
guerrilleras, tal como nos lo recordó hace poco en un notable artículo, el
estadista y ex presidente uruguayo Julio M. Sanguinetti.
El
eje del resto de izquierdistas-socialistas más “moderados” pasa, en cambio, por
un resentimiento sordamente rabioso.
Uno
al que los conduce la evidencia histórica -trágica- de sus propios errores de
soberbia intervencionista (en realidad, ignorancia) y de su bloqueo o
incapacidad volitiva para asumir y usufructuar con inteligencia social la
verdadera naturaleza humana, la evolucionada belleza de la moral libertaria y
las reglas de oro de la economía.
No
es un problema que los argentinos pensantes podamos soslayar habida cuenta de que
hace menos de un año, el 48,66 % de nuestros compatriotas en voto válido de
balotaje apoyó de manera explícita, disfrazada o no, alguna de esas 2
variantes: robo o resentimiento.
La
utopía del muy costoso Estado Benefactor… protector de la cuna a la tumba al
estilo europeo, que llevó a esos países tan respetuosos y ordenados a la
virtual quiebra, al desestimulo inversor y a un crecimiento cercano a cero y
que llevó al nuestro a la súper-quiebra (moral y productiva), es aquí un
paradigma muy extendido ya que no sólo abarca al universo entero de aquel 48,66
% sino que está severamente enquistado en gran parte del 51,34 % restante.
Lo
real, lo probado hasta el hartazgo por la historia, es que el estatismo congela
las malas situaciones económicas perpetuando el poder de las corporaciones.
Protegiéndolas
de la competencia de los emprendedores a los que abruma de burocracia, tributos,
prohibiciones y estatutos supra constitucionales hasta dejar a la mayoría de
ellos tendidos en el camino.
Demasiados
piensan para su coleto que el dinero es “malo”, que el capitalismo envilece y
que es correcto incriminar a los ricos entorpeciendo la génesis y ascenso de su
riqueza. Y que, si por ventura despegan, será justo sacarles todo lo posible.
Aparte
de fórmula ideal de la ideología pobrista, se trata de una concepción burda que
ni tan siquiera distingue si esos “ricos” prosperaron duramente por derecha o graciosamente
por proteccionismo anti-mercado de izquierda.
Son
legión quienes prefieren creer que el único dinero realmente “libre de mal” es
el gubernamental, quitado a “ellos” y destinado a la solución de todos los
conflictos.
Son
el sabotaje emergente del veneno inyectado gota a gota durante 72 años en
nuestra cultura ciudadana. Mediante un combo de idiotas útiles y del uso del
sistema educativo para inculcar aversión por la riqueza como señuelo y muestra
válida de éxito, por el poder creador del individuo y por la filosofía de la
libertad en general.
El
colapso de estos valores y el crecimiento del poder estatal, sus impuestos y
regulaciones discriminantes, operaron juntos para consolidar al establishment mafioso que nos hunde
dejando a los argentinos más inseguros que nunca antes sobre cómo seguir sus
inclinaciones naturales de superación, realizarse y ser felices.
El
precio en esfuerzo, tenacidad y sobrecostos colaterales a soportar fue tal que
sólo unos pocos hombres y mujeres excepcionales pudieron con él. Nunca sabremos
cuántos cientos de miles de jóvenes con vocación empresaria fueron abortados en
estas 7 décadas, y en particular en estos 12 últimos años de peronismo
explícito con fuerte viento comercial de cola. Invariablemente, el establishment optó por no escucharlos.
La
historia contrafáctica nos grita que tras 72 años de energía empresarial en
libertad con baja imposición la Argentina sería hoy una superpotencia plena de
talentos, riqueza social, justicia, producciones y modernidad.
¡Los
kelpers hubiesen rogado y logrado hace tiempo su anexión a la República y los
mejores jugadores de fútbol del mundo revistarían, como cosa normal, en los
clubes locales!
Debemos
superar el paradigma paternalista, autoritario y rasador (resentido e igualitarista)
que nos frena.
Debemos
abandonar el ideal estatista que destroza nuestra fibra moral a fuerza de
bombo, Eva, Che y corrupción mafiosa. El mismo que viene premiando al vago, al
inútil y al cretino militante mientras vampiriza a la gente ética hasta
disecarla.
Hemos
vivido en un sistema cuyos equipos de gestión operaron sin pausa a través de
muchos gobiernos no sólo contra la integridad sino contra la inteligencia
argentina.
El
costo político de corregir este rumbo no es el de soportar la ruidosa rebelión
de los que apuestan contra la cultura del trabajo real y en favor de un gran
“taller protegido” llamado Argentina Socialista Siglo XXI, sino afrontar las tremendas consecuencias de no
hacerlo.
Costos
versus consecuencias que deberían ser, para empezar, poderosamente explicitadas
por el actual gobierno a través de un bombardeo mediático de saturación con
llegada a todos los hogares, aún los más aislados. Aunque más no sea como
sucedáneo en emergencia de un cambio educativo de fondo que demandará décadas.
Nuestra
crítica constructiva al gobierno del presidente Macri incluye la decepción de
no observar en todo el texto del proyecto de Presupuesto Nacional 2017 mención
alguna que explicite intenciones de reducir nuestro insostenible gasto público,
de reducir nuestra insostenible presión tributaria ni de reducir nuestro
insostenible dirigismo financiero-laboral-reglamentario, más propio de
economías centralizadas como las que reptaban detrás de la Cortina de Hierro
durante el pasado siglo.
Seamos
realistas: las inversiones nacionales y extranjeras seguirán siendo escasas y
esquivas a la noble intención macrista de reactivar el país con instituciones
republicanas que protejan la propiedad privada generando mucho más empleo
sustentable, mientras estas tres rémoras anti-propiedad no sean removidas.
Asumamos
y viralicemos que en el veloz capitalismo de superpotencia que anhelamos para
la patria, los perros corren tirando por delante del trineo; nunca empujando
desde atrás.