Derechos más Humanos

Marzo 2014
En mayor o menor medida, todos los gobiernos están asociados en un sinnúmero de amenazas a nuestra libertad.
De hecho, los derechos se ejercen contra el poder y por tanto, no es este quien debe decidirlos ni concederlos graciosamente, sino sus mandantes; sus soberanos: los individuos de quienes deriva ese mandato; cada uno de nosotros.
Desde el sitio internacional https://www.change.org/petitions/a-todas-las-personas-de-buena-voluntad-del-mundo-declaracion-universal-y-privada-de-derechos-humanos, la conocida ONG Change.Org propone la firma de un petitorio planetario sin intervención de organismo estatal, grupo armado o poder religioso alguno.
Se trata de un listado de 9 derechos humanos de última generación: fuertes promotores de no-violencia, dignificantes y erradicadores de pobreza. Y aunque parezca increíble a esta altura del siglo XXI, violados aún hoy por quienes debieran promoverlos, mediante burdos sofismas tolerados sin mayor análisis por quienes debiéramos defenderlos.
Derechos absolutamente básicos y del más puro sentido común a los que esta columna adhiere sin reparos.

1. Toda persona tiene derecho natural al fruto de su propio trabajo, o a lo legítimamente heredado o donado sin fraude. Ello incluye al libre comercio.
2. Por ende, todo impuesto que grave la propiedad o la renta es contrario al derecho natural y por ende intrínsecamente inmoral.
3. Ninguna persona tiene por qué declarar ante nadie sus ingresos, ni su origen o el destino.
4. Toda persona es inocente excepto se demuestre lo contrario. Si alguien ha adquirido sus bienes por robo, fraude, dolo, violencia o evasión de los pocos impuestos justos que hubiera (viejo debate), debe ser previamente procesado y recién allí la justicia tiene derecho a inquirir sobre sus bienes y revisar su propiedad. Hasta entonces, toda pregunta coactiva sobre cuándo, cuánto, de dónde o hacia dónde, sobre los bienes propios, en viaje o no, es intrínsecamente inmoral.
5. Dado que el Estado sólo es tolerable en tanto sirve a la causa de la justicia, toda persona tiene derecho a discutir en los tribunales de modo amplio la legitimidad de cualquier clase de impuesto, tasa o contribución basándose en que el pago no lo beneficia, sin sufrir represalia alguna. Cualquier exacción que no se fundamente en la protección del contribuyente, es intrínsecamente inmoral, sin perjuicio de que se pueda discutir la moralidad de la exacción compulsiva en sí y de sus métodos y alcances.
6. Las relaciones personales, comerciales o de cualquier otra índole privada, no pueden ser afectadas por razones de nacionalidad. Los gobiernos no tienen autoridad sobre los contratos entre personas que no violen derechos concretos de terceros.
7. Toda persona tiene derecho a entrar, salir o permanecer en su territorio. Las personas privadas tienen derecho a cruzar las fronteras políticas con fines pacíficos.
8. Todas las personas que violen estos derechos, requisando, preguntando, expropiando y por ende robando bienes o impidiendo el derecho de las personas a circular y establecer vínculos privados pacíficos por razones de nacimiento, nacionalidad, étnicas, religiosas o de cualquier índole colectiva, cometen actos intrínsecamente inmorales y violatorios de esta declaración, lo sepan o no, de los cuales son responsables primarios desde los autores intelectuales de esas legislaciones, el poder ejecutivo que las impulsa, los legisladores que las sancionan, los jueces que las hacen cumplir y todos sus agentes.
9. Todos los que ejecutan y hacen cumplir normas de esa índole son por ende los criminales y delincuentes, y todo aquel que se resiste es el verdadero inocente que se está defendiendo del robo ejecutado por una banda de criminales o de la privación de su libertad personal, sin importar si aquellos pretenden o no representar a la ley con sus actos.






Idiotas Útiles

Marzo 2014

Es sabido que las crisis son también oportunidades y la nuestra no tiene porqué ser la excepción.
Inmersos como estamos bajo la marea de tres cuartos de siglo de socialismos (o estatismos de cotillón liberal) responsables de las reglas que nos hunden, puede que esta nueva crisis decenal sea, por flagelo reiterado, la gota que colme el vaso de muchas personas (llamémoslas así) bienintencionadas. Las mismas que vienen prestando su concurso, en calidad de idiotas útiles, a los populismos que ubicaron con firmeza a nuestra Argentina en el listado de países delincuentes, consolidando la pobreza clientelar.

Hay muchos ejemplos en la historia de sociedades que reaccionaron de la mejor manera frente a situaciones críticas. De pueblos que dieron la espalda a las élites corruptas que detentaban el poder, saliendo de la encerrona en busca de derechos efectivos y oportunidades económicas reales para todos.
En nuestro caso, deberíamos darles la espalda para dejar de temer por la propia vida y también por la confiscación impositiva que impide negocios, inversiones y crecimientos personales por derecha. Para llegar a la seguridad familiar; al buen trabajo, a la buena casa, al buen auto, al buen ocio y a la buena solidaridad. Para dejar atrás esta edad oscura del estatismo y salir finalmente a la luz de un modelo organizativo más evolucionado.
Porque a esta altura, la única manera de que podamos disfrutar de una sociedad económica y moralmente viable es recrear instituciones que vuelvan a dar fuertes incentivos a nuestra gente para capacitarse, trabajar duro, ahorrar e invertir.

Sabemos que los creadores, los innovadores, los emprendedores son siempre una fracción minoritaria de la población pero también que son las  “locomotoras” que arrastran inadvertidamente tras de sí el progreso del resto. Por eso, en tanto sociedad que actúe en defensa propia debemos cuidarlos, facilitarles las cosas y tratar de multiplicarlos en lugar de hundirlos al modo radical, peronista o al de algún otro de nuestros socialismos “protectores”.
Para ello no debe existir posibilidad de que se les expropie la renta; mucho menos el capital de trabajo. Tampoco de regulaciones de privilegio sectorial que afecten decisiones productivas, financieras o comerciales de otros sectores, existentes o potenciales. Aunque tales “atajos de vivos” sean apoyados por  gran número de idiotas útiles.

Cuantos más empresarios inversores (de cualquier origen) y cerebros productivistas haya (para cualquier desarrollo, cañones o caramelos, no tiene importancia), cuanto más estimule el sistema la expresión de la enorme potencialidad dormida y de las ventajas comparativas de nuestra sociedad, tanto más rápido creceremos y tanto más alto dentro del concierto mundial habrá de llegar nuestra bandera.
Donde la estimulación del sistema implica, claro, un tipo de acción letal para autoritarios, envidiosos o parásitos y cuyo único límite es la ambición comunitaria: la audacia en la decisión electoral de permitir elevarnos por sobre la violencia frenante de los socialismos.
Se trata de la muy amplia “libertad de industria” competitiva que nuestra incumplida Constitución asegura y que nuestras actuales instituciones extractivas (tanto políticas como económicas) boicotean. Vale decir, de la estafa de la actual democracia delegativa de masas cada década más ladrona y menos protectora de las minorías; creativas o no. Más cerrada y menos republicana.

Para ello, resulta crucial entender en profundidad que si el poder no está repartido de manera efectiva en toda la sociedad, si está concentrado en pocas manos, las élites que lo detentan tenderán invariablemente a beneficiar no a los verdaderos emprendedores sino a sus propios amigos, legislando los usuales privilegios sectoriales y esperando de eso la usual retribución dineraria. Tal es la naturaleza humana (extensiva a los muy humanos legisladores, funcionarios y jueces) que tan bien entiende todo libertario.
Donde repartir el poder en toda la sociedad es una cuestión que implica aumentar en rápida gradualidad y para la mayor cantidad de ciudadanos las soluciones de mercado, de frente a todos los problemas y necesidades de nuestra vida diaria, desmontando en sincronía y con la misma veloz gradualidad las “soluciones” y servicios de Estado. Porque la acción de mover el pulgar hacia arriba o hacia abajo en un mercado altamente inclusivo (libre y competitivo), es el voto más masivo y cotidiano.

Aprovechar los impulsos de la naturaleza humana en nuestro favor en lugar de permitir que una élite corrupta los aplique en nuestra contra con la inestimable ayuda del sub-grupo idiotas útiles, es en esta cruzada civilizatoria un ítem vital. E implica hacer descubrir a dicho subconjunto que todos y cada uno de los beneficios que ellos suponen deben proceder necesariamente del Estado, desde verdadera justicia a seguridad o infraestructura, pasando por asistencia a los vulnerables, atención médica, previsión social y educación de primera para todos entre decenas de otros ítems básicos, pueden ser provistos a mediano y largo plazo en este siglo super-tecnológico… por otras vías. Incluso por las mismas personas (u otras con mayor interés en servir) bajo equipamiento y remuneración superior pero a menor costo, con mucha mayor potencia, alcance y eficiencia.

Hablamos de una vía libertaria de paradigmas avanzados más acordes con lo global, que use sin miedo la natural e inextinguible ambición humana individual (en lugar de combatirla), cual nodo energético para impulsar a toda la sociedad hacia adelante.
Incorporando en la misma sincronía inclusiva a los dos tercios “pobres” de nuestra población en un nivel de consumo civilizado, a través de un capitalismo popular y transgresor. Que extienda hacia esa franja de manera efectiva el más pleno ejercicio del Derecho de Propiedad (hoy severamente conculcado), ofreciendo a todos posibilidades reales de integrar una sociedad de propietarios aguerridos defensores del producto de su esfuerzo, en lugar de engrosar la retardataria fila de los idiotas útiles.