Argentinos y Ladrones


Octubre 2012

Las tiranías argentinas, incluidas las de primera minoría, apoyaron su accionar en consensos generales basados en el temor.
Dentro de estas minorías tiranas, por su parte, el consenso ha sido el de preferir las -aparentes- ventajas subsidiadas del corto plazo por sobre las promesas del largo, postergando consideraciones más prometedoras y de mayor altruismo tales como dotar de verdadero poder económico y moral a la patria, atraer más inversión productiva, previsionar una mejor situación educativa y laboral  para sus propios hijos y nietos, etc.
Aunque el costo de esta opción de corto plazo haya sido decir sí al autoritarismo forzador, a la persecución con impuestos abusivos sobre el trabajo ajeno, al tembladeral jurídico violatorio de derechos individuales o a un paralizante costo burocrático y regulatorio.
Aún favoreciendo la mordaza mediática, el odio, la división social y el enriquecimiento ilícito. Y aún boqueando entre el tufo de un relato mentiroso.

En definitiva, apoyando un modelo fiscal golpeador, anti creativo y anti capitalista. En una palabra, ladrón.

Sólo el fraude con propaganda masiva, votos cautivos y una gran ignorancia sobre la historia de fracasos catastróficos a los que sin excepciones y en todas partes condujeron estas prácticas oportunistas surgidas del mal, puede prohijar semejantes pronunciamientos de mayoría.  
Pero es exactamente lo que decidieron quienes votaron al Sr. Chávez este mismo mes en Venezuela. Un país que viene de aprobar en la imagen violenta de su líder lo peor de la “venezolanidad”, firmando contrato (con un dudoso 54 % de apoyo) para otros 6 años de delincuencia.
Es lo mismo que decidieron todos quienes votaron el año pasado, (también por presunto 54 %) y por otros 4 a la Sra. de Kirchner, claro extracto de lo peor de nuestra “argentinidad”.
Sonriente escupitajo a la corrección ética que no tendría mayores consecuencias, si los alegres sufragantes que la entronizaron la hubiesen elegido para y a cargo de ellos. Pero no. ¡Anatema, vade retro! ¿Es que acaso no somos más? ¡Que la crisis la paguen, igual que durante las últimas 6 décadas, los que no la votaron!
Porque la democracia consiste hoy en una coalición de desesperados, embrutecidos y oportunistas eligiendo a ciertos ricos jefes de banda bien armados, con el objeto de someter y despojar (antes que nada) a las personas honestas que no los votaron, para que algunas migajas del botín lleguen finalmente a sus manos.
Con presión fiscal récord y mirada de corto plazo, cada vez más manos y cada vez menos botín, claro; de allí los defaults, las inflaciones, los ni-ni (*), los crímenes y la proliferación de villas miseria (por cierto especialidad peronista desde los años ’40).

Un modelo propio de piratas de pocas luces, aplicando un “saqueo, me quedo y reparto” que nunca sirvió a pobre alguno pero que en un contexto mundial de economía del conocimiento capital intensiva, no  sirve siquiera a los más resentidos colaboracionistas del desastre.

Hasta el más infeliz de los des-educados empieza a advertir que la pirateada nac&pop no sólo es despreciable sino estúpida por contraproducente: caemos en picada en todos los rankings.
Con millones de ancianos condenados a jubilaciones miserables, con hombres y mujeres sub-ocupados en la flor de su vida productiva y con jóvenes desalentados frente a un mercado laboral asfixiante y mezquino, la realidad comienza a desbordar a la historia oficial, sin perjuicio de que el viento de cola esté trocando en huracán.

La inteligencia nacional debería concentrarse en superar el gravísimo problema de comunicación que aqueja a nuestra sociedad. Buscando los medios para llegar a la creciente masa de trabajadores en negro y empobrecidos, con un mensaje que los marque a fuego. Ofreciéndoles la vía rápida para conseguir (sin amenazar ni robar al prójimo) lo que queremos todos los argentinos: vivir mejor disponiendo de mucho más dinero “sólido y limpio” para ser libres de elegir (porque de esto se trata la libertad) cómo gratificarnos, cultivarnos, protegernos, invertir, progresar o ayudar en serio a quienes creamos conveniente hacerlo, llámese como se llame el sistema que nos asegure tal resultado.

No es una vía imposible. Lo hicimos una vez. Estuvimos ahí. Es historia comprobable documentada por historiadores, no relato del Mundo Indec de cartón y azúcar.
Como bien recordó hace pocos días una publicación especializada, en los 44 años que van de 1870 a 1914  (y bajo un sistema liberal capitalista) la Argentina aumentó su población de 2 a 8 millones, construyó 30.000 kms. de vías férreas y aumentó su producto de 3.000 a 30.000 millones de dólares a moneda constante. De la indigencia, pasamos a m’hijo el dotor, a la clase media y al top ten.
Mientras que durante los 65 años del modelo “social redistribucionista” transcurridos entre 1945 y 2011, nuestra población creció de 17 a 40 millones (la mitad que en el período anterior), aniquilamos la red ferroviaria y sólo aumentamos el producto de 80 a 450.000 millones (otra vez la mitad que en el período anterior). Del top ten retornamos a la indigencia o casi, si nos comparamos con las decenas de sociedades de pocas luces que en estos años de estatismo radical-militar-peronista, nos pasaron literalmente por arriba.

El cambio de paradigma representa el camino difícil. Lo fácil es la vía inclinada por la que nos deslizamos, votando a Alí Babá y su pretensión de que los 40 parezcan después del 7D 40 millones, súmmum de la sinonimia socialista entre argentinos y ladrones.

(*) Un millón de jóvenes que ni estudian ni trabajan.

La Empatía Importa


Octubre 2012

La única ideología que realmente importa… es la ideología de las necesidades humanas: aquella que mejor garantice no con palabras sino con hechos, la satisfacción de un puñado de necesidades básicas.
¿Cuáles? Simplemente hacer que la vida de nuestra gente sea más cómoda, entretenida, segura, productiva, saludable y culta. No otra cosa que disponer un ambiente en el que nuestros hijos quieran quedarse en lugar de emigrar. Un sitio al que muchos quieran traer su dinero o venir para empezar algo nuevo y prosperar (como ocurrió hace un siglo), sin ser despojados por un Estado policial.

Estado con el que los argentinos tropezamos hoy, donde todo el sistema legal funciona de acuerdo con los intereses de una mafia y el gobierno subvierte la cultura del trabajo, estafando a pobres y a ricos de manera alevosa sin que nadie lo frene. Entonces, los únicos resultados posibles son la corrupción desatada y una gran falsedad intelectual (con sus ejemplos desmoralizantes de que el crimen paga), destrozando los sueños de la mayoría.
Tal como se los destroza cuando, para sostener su cadena del robo, la presidente apela a un mix de despotismo y estímulo a pulsiones tan sucias como el odio, la deshonestidad, la indolencia, el resentimiento vengativo, la envidia y el clasismo marxista.

Es el punto de destrozo del cual debemos partir, sin embargo, contando con el lastre de millones de argentinos deshonestos que apoyan la torcida idea de que es posible acceder al bien (al desarrollo, a la empatía social) haciendo el mal (confiscando “a la atropellada” lo que no les pertenece). Algo propio de un malón araucano o de neardenthales, si se quiere.
Tal vez deberíamos aprender del mismo Darwin, quien en su madurez aceptó que la aptitud de supervivencia refiere tanto a la creación de fuertes vínculos de cooperación empática con los congéneres, como a la competencia.

Porque el poder que tiene nuestra cultura del clientelismo y la avivada para convertir a las personas en votantes-monstruos que sofocan esa tan necesaria empatía, es aterrador. Y nos está llevando en tanto nación, por el callejón sin salida de los fósiles que no supieron adaptarse a la realidad que los circundaba.

La creatividad emprendedora con su bagaje de inversiones, trabajo y progreso es flor que sólo prospera en un clima de libertad. Nunca en sociedades golpeadoras, que enfrentan a unos contra otros fomentando paranoias y desconfianzas. En donde se trata a las personas como un medio a “usar”, en lugar de considerarlas sagradas, “no forzables” y un  fin en sí mismas.
Como en esta Argentina fallida del 2012, donde la libertad se asume mayormente (por decisión explícita del gobierno) en un sentido negativo de aislamiento y exclusión. Como reacción defensiva de la propiedad y los derechos individuales frente a la  persecución de Estado al ahorro y a la libre empresa. Frente al terrorismo de Estado fiscal… cuyo peor terror sería compulsar sin trampas la verdadera “voluntad popular de pago”.

Libertad en positivo, en cambio, es la que sirve para poder confiar en el otro compartiendo el esfuerzo común por ser y crecer.
Para reconstruir nuestra unión, en la inteligencia de poner como supuesto-base la verdadera naturaleza del ser humano.
Sin forzarlo. A favor de sus inclinaciones. Dejándolo hacer, invertir, innovar y ganar (por derecha) quedándose con lo que le pertenece para después ayudar sin tanto dirigismo paralizante.
Sin tanto miedo a las decisiones de la gente. Porque en realidad, la inmensa mayoría de las personas buscaría cooperar, mostrar su sensibilidad y empatía social si las “reglas del sistema”, con un mínimo de perspicacia, así lo favorecieran.

Libertad para experimentar con la integración y la diversidad, visto que el sentido de la evolución ya nos marca el “plan global”; la “dirección” de la humanidad (sin que podamos evitarla, so pena de aislamiento y desintegración).
Donde sólo sacarán ventaja en retener los talentos necesarios para ser competitivos, aquellos países que apoyen en todos los campos de la acción humana una apertura económica trans-capitalista, tan multicultural como tolerante.
Siendo conscientes de que la peor intolerancia, insufladora de casi todas las otras, es la plasmada en la violencia impositiva.

Guste o no, de a poco, la psicología va reemplazando a la sociología y los individuos que piensan empáticamente, a las colectividades de masa esloganizada (no otra cosa que mano de obra esclava de las oligarquías políticas).
Ocurrirá como de costumbre: las sociedades más estúpidas demorarán en posicionarse dentro de un proceso globalizador que puede traer enormes oportunidades de bienestar pero que también puede ser  destructivo, convirtiendo en víctimas a quienes no estén preparados para aceptar el hecho in progreso de que la humanidad (a semejanza del planetoide Pandora del filme Avatar), se encamina hacia un tipo de “sistema nervioso central” colectivo. Que se ocupará de la biosfera en riesgo y de la entropía energética al mismo tiempo que del mundo ilimitado del mercado global y de un espacio social interconectado más ilimitado aún.
Una suerte de ágora universal que las mentes perspicaces (no nuestros atrasados “estadistas”) ven ya asomar en la práctica.

Mientras tanto aquí seguimos eligiendo el camino de la ignorancia, la opresión y la crueldad. De un vampirismo estatal habituado a usar a su gente, desangrándola sin importar las consecuencias.

Ejemplo de lo cual son los últimos diez años de -nunca vistas- oportunidades comerciales para lo que sí sabemos hacer mejor que nadie, desperdiciados en políticas cuya matriz lleva 60 años de atraso (sin poder seguir siquiera el ritmo del resto de la retrasada Latinoamérica), en lugar de haberlos aprovechado para despegar hacia la posición de riqueza y poder que por tradición nos correspondía. ¡Viveza argentina!

Hoy seríamos, sencillamente, una potencia de escala continental.