Sacrificios Inútiles

Enero 2012

En lo que a percepción mayoritaria se refiere, la gente tiende a valorar más la ayuda a otros hecha mediante sacrificio, a una igual o mejor promoción lograda a través del lucro.
Así, el sacrificio social “voluntario” concretado en el pago de más y más impuestos para redistribuir -o más precisamente, subsidiar- será visto en general como preferible a la opción de su rebaja, aunque ciencia y experiencia indiquen que la reinversión productiva privada de tales excedentes generaría más bienestar para más personas, con mayor sustentabilidad.
Todo argentino o argentina “de izquierdas” aborrece, por ejemplo, reconocer que Bill Gates contribuyó mucho más a la prosperidad y libertad de las personas cuando estaba al frente de Microsoft que ahora, dedicado a la filantrópica tarea de donar cientos de millones de dólares de su patrimonio.

Se trata de una tendencia concupiscente (*) a favor del socialismo y en contra del capitalismo. Tendencia desbocada en nuestro bello país a caballo de la des-educación y el adoctrinamiento en valores-basura, inculcados de modo clientelar durante décadas sobre mayorías convenientemente empobrecidas.

A pesar de su íntima conexión con otras inclinaciones naturales autodestructivas como la envidia, la soberbia, el odio o el resentimiento, la utopía socialista se percibe difuminada en una ensoñación virtuosa y de estética agradable, donde no parecen hacer mella sus resultados históricos reales tales como el duro forzamiento “legal” soportado por las minorías o la declinación económica de largo plazo registrada por el conjunto. Por no hablar de la lacra de los líderes totalitarios engendrados o la pavorosa (y disolvente) corrupción promovida, hedionda podredumbre de robos y mentiras que sigue bloqueando todo intento de construir una sociedad justa y avanzada.

Dejemos que la psicología social explique cómo tal complejo de culpabilidad tiene el malévolo poder de impulsar a gente, sensata en otros sentidos, a volcarse en pulsiones negativas capaces de provocar la ruina de la comunidad a la que pertenecen.

Demás está decir que ese “hombre nuevo” socialista, obediente, desprendido y solidario, roca-base de todo sueño igualitario, no existe más que en sus imaginaciones. Porque como bien señaló nuestra presidente, en la Argentina todos son socialistas con la plata de los demás.
Terminando de tal modo en el embudo del tobogán enjabonado que una y otra vez conduce, entre estúpidos festejos, a la “solución” final de la fuerza bruta. Al amedrentamiento de las minorías, al uso vil de las mayorías y a la pura imposición. Al saqueo coactivo a discreción del político con el garrote más largo, tanto como a la amenaza vengativa y codiciosa sobre quienes pretendan elaborar con esfuerzo cualquier clase de riqueza.
Acciones todas deplorables y primitivas de organización social, basadas en el más crudo sometimiento ciudadano.

En las antípodas (y fundados en la comprensión cabal de que los seres humanos son imperfectos), los pacifistas libertarios y los liberales en general, en cambio, rechazan por burda la “solución” de la fuerza bruta: ellos no pretenden forzar ni regimentar a golpe de decreto el surgimiento de superhombres altruistas.
Saben que una sociedad que para funcionar necesite de santas y santos o bien del terror (bajo una policía política), no es objetivo realista ni deseable y sostienen con fundamento que las palabras civilización y evolución (con acuerdo a lo enseñado por el cristianismo y otras grandes religiones), son hermanas gemelas de los conceptos libertad personal de elección y no-violencia. O que los vocablos bienestar, crecimiento y poder económico son inseparables de los conceptos respeto (y responsabilidad) individual, libertad de negocios e integración global.

La pesada rueda de la evolución podrá parecernos lenta, pero gira.
De a uno, los argentinos irán pasando de aquella percepción atrasada de forzamiento al igualitarismo mediante imposiciones económico-legales frenantes (pretendidamente a otros), a la percepción inteligente de “permitir” que la natural tendencia al lucro de todos quienes quieran arriesgarse a hacer algo (como Bill Gates) se exprese en todo su potencial, traccionando al progreso general… aún sin ser, en muchos casos, conscientes de ello.
Será un pasaje de conveniencia entre percepciones: del inútil sacrificio comunero, a los nuevos paradigmas en responsabilidad organizativa y eficiencia dinámica de la función empresarial. Algo que puede tardar 2, 4… o 50 años pero que ocurrirá. Decenas, cientos o miles de Bill Gates “recargados” argentinos dormirán, inconscientes de sus potencialidades, tanto tiempo como esta percepción popular quiera demorarse.
Y durante igual período de tiempo, claro, millones de argentinos continuarán cayendo bajo la metralla del Estado, basureados por la pobreza humillante del clientelismo, conducidos por los mismos ladrones de bienes y esperanzas.

Pagar impuestos no es "contribuir a crecer" como publicita nuestro Estado ladrón, sino exactamente lo contrario.
Porque, señores, tras el diluvio de creatividad e inversiones que posibilita la baja imposición, debe comprenderse que en tal situación la calidad de vida de todos mejora a escala multiplicada, aún cuando se profundicen las desigualdades y algunos Bill Gates obtengan miles de millones.
Ahorrémonos entonces todos esos sacrificios socialistas tan coactivos como contraproducentes, haciendo primar al bienestar por sobre la envidia.

Como bien dijo el notable comediante y conductor televisivo norteamericano Penn Jillette, “la democracia sin el respeto de los derechos individuales, apesta. Es la patota del patio escolar contra el chico raro. El hecho de que la mayoría piensa que sabe una manera de conseguir algo bueno, no les da derecho a usar la fuerza contra la minoría que no quiere pagar por ello. Y si tienes que recurrir a una pistola, entonces no tienes idea de lo que estás hablando”.


(*) Concupiscencia: propensión natural de los seres humanos a obrar el mal.

Todos Socialistas

Enero 2012

Acostumbrada como está al irritante reflejo condicionado de externalizar los errores de su propio gobierno endosándoselos a asombrados terceros sin micrófono, nuestra presidente no tuvo empacho, días pasados, en declarar que “en Argentina todos son socialistas con la plata de los demás”.

Menudo descubrimiento el de nuestra primera magistrada, que por cierto merecería el esfuerzo desasnante de codificar en un par de volúmenes de al menos 500 páginas cada uno, en apretada síntesis, el listado de las barbaridades intervencionistas, estatistas, fiscalistas y dirigistas (v.gr. socialistas) que su partido con ayuda de sus asociados radicales o militares nacionalistas, infligieron a la nación Argentina durante los últimos 70 años. Causa excluyente de nuestra declinación, con su atroz costo social.
Aunque… tal vez resulte menos pesado, dada la época del año, ofrecer a nuestros lectores una breve selección de pensamientos inspiradores de personas inteligentes, referidos a la interesante problemática planteada por la Sra. de Kirchner.

André Maurois: “Un joven de menos de 25 años que no sea socialista no tiene corazón; uno mayor de 25 que sigue siéndolo no tiene cerebro”.

David Horowitz: “He creído en la izquierda por el bien que prometía; he aprendido a juzgarla por el daño que ha hecho”.

Frederic Bastiat: “La gente empieza a darse cuenta de que el aparato del gobierno es costoso. Lo que aún no ven es que el peso recae sobre ellos. El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de todos los demás”.

José Ingenieros: “Grandes naciones son aquellas cuyos ciudadanos tienen el hábito de la iniciativa libre; ellos crean para los demás vida, cultura y riqueza, en vez de envilecerse en el parasitismo social”.

Lao Tse: “Cuantas más prohibiciones impongas, menos virtuosa será la gente. Trata de hacer a la gente moral, y crearás el terreno propicio para el vicio”.

Milton Friedman: “El uso de la fuerza para conseguir la igualdad destruirá la libertad, y la fuerza, introducida con buenos propósitos, terminará en las manos de gente que la usará para promover sus propios intereses”.

James Madison: “Todas las asambleas, sean estas pequeñas o numerosas, tienen la propensión a ceder al impulso de pasiones violentas y repentinas, y a ser seducidas por líderes facinerosos para tomar decisiones perniciosas e inmoderadas”.

Friedrich von Hayek: “El poder que sobre mí tiene un multimillonario, que puede ser mi vecino o mi empleador, es muchísimo menor que aquel que posee el más insignificante funcionario, pues este cuenta con el poder coercitivo del Estado, y de su discreción depende qué tanto se me permite vivir o trabajar”.

Albert Einstein: “Todo aquello que resulta ser grandioso e inspirador es creado por individuos que pueden trabajar en libertad”.

Sheldon Richman: “El empresario no puede comprar favores a un burócrata que no tiene favores que vender”.

William Bourke: “El libre comercio inevitablemente fomenta la eficiencia productiva, mientras que el proteccionismo fomenta la técnica de la corrupción”.

Johan Norberg: “La distribución desigual de la riqueza del mundo se debe a la distribución desigual del capitalismo”.

Hillaire Bellocq: “El control de la producción de riqueza es el control de la vida humana en sí misma”.

Charles de Montesquieu: “Los países mejor cultivados no son los más fértiles sino los más libres”

José Ortega y Gasset: “Este es el más grave peligro que amenaza a la civilización: la intervención estatal, la absorción de todo el espontáneo esfuerzo social por el Estado; es decir, la espontánea acción histórica, la cual a la larga sostiene, nutre y dirige el destino humano”.

Shang Yang: “Cuando el pueblo es débil, el Estado es fuerte; cuando el Estado es débil, el pueblo es fuerte. Por lo tanto el Estado que sigue su curso natural debilita al pueblo”.

Winston Churchill: “Ningún sistema socialista puede ser establecido sin una policía política. Que el tener ganancias es reprochable es un concepto socialista. Yo considero que lo verdaderamente reprochable es tener pérdidas. El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes; la virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria”.

Stephen Leacock: “El socialismo no funciona sino en el cielo, donde no lo necesitan, y en el infierno, donde ya lo tienen”.

Y para dar fin a este resumen de actualidad argentina, un último pensamiento de refrescante inspiración: “El error fundamental del socialismo es de naturaleza antropológica, porque considera al individuo como un simple elemento, una molécula del organismo social, de tal forma que el bien de los individuos está totalmente subordinado al funcionamiento del organismo socioeconómico. De igual forma, el socialismo sostiene que el bien de un individuo puede ser logrado sin acudir a su libertad de elección, la cual es la única responsabilidad que se ejerce al encarar el bien y el mal. El hombre es reducido a una serie de relaciones sociales, y el concepto de persona como sujeto autónomo de decisiones morales desaparece”. Firmado: Juan Pablo II.