Ciudad-Estado y Secesión

Julio 2011

Más allá del panorama nacional, con oficialismo y oposición mayoritaria batallando por detalles de forma pero coincidiendo de fondo en planteos estatistas (frenadores de la libre empresa, fiscalistas, intervencionistas), podemos levantar la mirada hacia el horizonte y observar qué sucede en otras partes. Qué experiencias viven ciertos grupos humanos inteligentes, adelantándose al futuro y disfrutándolo ya.

Podríamos capitalizar el ejemplo de Ciudades-Estado o mini países de existencia real y que funcionan aceptablemente bien.
Luxemburgo, Singapur, Mónaco, Andorra, San Marino, Liechtenstein o las originales ciudades capitalistas de China como Hong Kong o Macao entre otros enclaves independientes donde se aplican ideas económicas de gran libertad, son sitios que figuran al tope de los rankings de ingreso per cápita y nivel de vida general, a pesar de tener algunas de las más altas densidades demográficas del planeta y carecer, casi, de recursos naturales.
El glamoroso Mónaco, por ejemplo, es el 2° país más pequeño del mundo… y el que soporta el récord de habitantes por kilómetro cuadrado. Luxemburgo, con sólo 2.586 Km2 y con una población de 480.000, es el país con la mayor renta per cápita del mundo con unos 84.000 dólares promedio por habitante y por año.
Topes tributarios del 18 % como el de Liechtenstein (con similar nivel de ingresos por persona) son, por cierto, factores clave en orden al logro del elevado bienestar del que disfruta su gente.

Recordemos que nuestra inmensa, rica y potencialmente muy poderosa Argentina, a gatas nos asegura hoy un ingreso medio de algo más de 14.500 dólares, con el 50 % de la ciudadanía en la pobreza o al borde de ella… y una agresión impositiva que, sobrepasando el 34 %, se ubica entre las peores del orbe.

Los más perspicaces futurólogos y analistas coinciden: la tendencia mundial hacia el aumento de población, poder e influencia económica de mega-urbes, como las que hoy pueden verse en países como Brasil, India, Estados Unidos, Japón o México está conduciendo a igualmente crecientes pretensiones de autogestión política, a todo nivel.
Sus “ricas” poblaciones presionarán de manera gradual en el mismo sentido a quienes las dirigen, por no subsidiar obligadamente con sus impuestos a regiones distantes, menos pobladas y/o más pobres con las que no se identifican.
Y a mediano o largo plazo (dentro de este mismo siglo), la autonomía económica con percepción de mejora conducirá a muchas de ellas a la lisa y llana independencia.
Tras el ejemplo de casos reales y exitosos como los mencionados más arriba y avanzando por voluntad localista hacia gestiones graduales de secesión, nacerán nuevas Ciudades-Estado.

Forzando un poco la imaginación, podríamos visualizar también a Buenos Aires como candidata a eyectarse al real power de la libertad y a M. Macri (o quien sea) rompiendo las cadenas del obsoleto populismo, que hoy la ahorca desde adentro (el gobierno central) y desde afuera (la provincia).

El mundo rebosa de capitales en busca de refugio donde invertirse con seguridad jurídica, poca imposición y libertad económica. ¿Qué impediría a una Buenos Aires independiente brindárselo? ¿Qué le impediría ser un poderoso centro financiero internacional, orgulloso paraíso fiscal y sede de cientos (o miles) de mega y micro empresas? ¿Por qué no tener bajo su protección, por caso, a competitivas multinacionales farmacéuticas, educativas, de vanguardia cultural, de ultramoderna seguridad y defensa privadas, de investigación biotecnológica, de robótica, de multimedios globales o de nuevos servicios computarizados?

A más libertades, más dinero fluyendo y más emprendedores aterrizando para crear en poco tiempo un impresionante círculo de enriquecimiento virtuoso. Un paradigma que los liberal-libertarios pretendemos extrapolar exponencialmente hacia adelante, sin temor al crecimiento ni a la innovación.

Nos atreveríamos incluso a pronosticar que, con un entorno así, la migración interna desde la “zona socialista” del subsidio, la complicación comercial y el impuestazo resultaría demoledora, como ejemplo vivo del “voto con los pies”.
El gobernador D. Scioli (o el censor G. Mariotto, o quien sea)… ¡terminaría levantando un nuevo muro de Berlín con guardias armados sobre el perímetro de la ciudad!
Desde luego, el triunfo de la persuasión sobre la fuerza será siempre el signo de una sociedad civilizada y nadie debería a esta altura dudar de que lo que no logra el garrote totalitario, lo consigue el incentivo voluntario.

Una sola zona franca liberada donde ondee la bandera libertaria de la no violencia y el “permiso” para progresar (y ayudar) sin estúpidas sobrecargas, donde imperen las normas del contraterrorismo de Estado fiscal, obraría de ejemplo a imitar en otras jurisdicciones opresoras. Entendiendo que la verdadera patria y la verdadera democracia son aquellas que sirven a la prosperidad y a la libertad de elección de su gente. Y que lo demás es solo cháchara interesada. Porque hay quienes sienten al patriotismo con profundidad suficiente como para encarar la tarea de hacer que la Argentina, aún por partes, sea más poderosa que Gran Bretaña, Japón o Canadá y, porqué no, que la renta per cápita de nuestro pueblo sea mayor que la de Luxemburgo.

Las mentes agarrotadas de la mayoría de nuestros compatriotas mayores no dejan mucho lugar, hoy día, al optimismo pero cabe la esperanza de que jóvenes inteligentes y de visión vanguardista introduzcan entre sus pares los vibrantes ideales de la libertad.
Los estudiantes rebeldes que toman colegios, los universitarios que promueven asambleas anti autoridad, los jóvenes piqueteros desempleados que cortan avenidas y puentes pidiendo ser oídos, los rockeros de letras contestatarias o los adolescentes “zombies” sin curiosidad por el porvenir presentan, todos ellos, oídos ávidos a un mensaje como el planteado, verdaderamente revolucionario. ¡Subversivo! Necesitado de idealismo y de corazones valientes pero esta vez, para hacer el bien con no-violencia y bienestar.

Levantando la Mirada

Julio 2011

Suman muchos millones los argentinos que no se conforman con la mera supervivencia en un mal sistema. Pateador serial de problemas que inevitablemente se agrandarán con el tiempo. Como viene sucediendo una y otra vez desde hace 66 años, por lo menos, mientras alimentamos villas miseria cerrando la economía con cargo a nuestra producción eficiente. “Piolada” argentina que nos llevó al espectacular retroceso-país en la tabla de posiciones, con cargo… a los sectores más vulnerables.
Son muchos los argentinos hartos de hartazgo absoluto. Hartos de pobreza-por-palos-en-la-rueda y dispuestos a cambios que, a la vista de lo actual, podrían definirse como revolucionarios.

Pero daría igual si fuese una sola persona la que se plantara frente al Leviatán para hacerle saber que su gobierno, su legislatura y sus jueces no la representan, que no los votó y que no les reconoce autoridad alguna sobre sí, moral ni electiva. Que no está de acuerdo en financiar a Madres comunistas amigas de lo ajeno, dádivas y fútbol a parásitos sociales o educación basura que siga inculcando polvorientos antivalores, cien veces fracasados.
Una sola mujer u hombre valiente, de pie y con voz tonante para hacerle saber al Estado que sólo accede a entregar sus tributos, propios de esclavo, para evitar las represalias que funcionarios opresores harían caer sobre él y su familia. Que no desea ser cómplice de las improvisaciones de un dirigismo resentido promoviendo más desocupación, miseria y delincuencia. Que tampoco quiere ser partícipe de posiciones diplomáticas tan estúpidas como mendaces ni apañar a sindicatos minados de mafiosos.
Y que se siente parte de una vasta resistencia silenciosa que abomina de la marea de corrupción que nos cubre y del populismo talibán que avanza con los imberbes fisco-terroristas de La Cámpora y con forzadores profesionales de la talla de C. Zanini, H. Verbitsky, D. Conti, R. Feletti o C. Kunkel, entre tantos otros.

La única forma civilizada de superar el suicida afán por los bienes del prójimo promovido por el culto oficial del parasitismo y de la envidia que emponzoñan la sociedad, es tomar como norma en todos y cada uno de los casos de interacción social el áureo principio de lo voluntario primando sobre lo coactivo.
No es algo imposible: como dijo Henry Ford antes de inventar el automóvil para todos, “imposible significa que aún no has encontrado la forma adecuada de hacerlo” agregando a continuación que “si a principios del siglo XX le hubiésemos preguntado a la gente qué cosa necesitaba, sólo hubieran respondido: un caballo mejor”.
Hoy responderían “una democracia política mejor”.

Es bien sabido desde la época de los reyes absolutos que los tributos son simples exacciones coactivas, no consentidas. Es decir, liso y llano robo por parte de la corona. Y que la única diferencia entre un ladrón y un recaudador de impuestos es que el segundo opera con una maquinaria monopólica de fuerza armada apoyándolo.
También es bien sabido que los actuales regímenes democráticos legitiman la continuidad de estas exacciones en el aval de una mayoría relativa de legisladores, avalados a su vez por el voto de una mayoría relativa del pueblo. Pueblo que quedaría obligado a pagar el “contrato” tributario así suscripto.

Aunque cualquier chico de 7 años sabe, a su vez, que esos mismos mandantes (el pueblo) desautorizarían en los hechos, en el acto y en bloque a sus mandatarios (los legisladores), si se diera el caso en que el gobierno decidiera dejar de apoyar la pistola en la espalda de los ciudadanos para efectivizar dicho cobro (despenalizando el “delito” de evasión impositiva, por ejemplo). Muy pocos pagarían, avalando los gastos de sus funcionarios.
La inmensa mayoría optaría por no hacerlo, sin importar sus consecuencias. Y estarían en absoluta y justa razón, en provocar que se vayan todos. En constatar (esta vez en verdadera libertad) aquello de vox populi vox dei.

El ruido de rotas cadenas, sin embargo, deberá esperar a que principie el fin de nuestra era del simio.

Sobrevivimos en un sistema podrido desde su misma base ya que es esta financiación tributaria -ilegítima por coercitiva- la que provee al gobernante de turno de fondos virtualmente ilimitados, con los que comprar votaciones populares, legisladores, pan, circo y jueces, trocando en inútil floreo dialéctico al delicado mecanismo teórico de los contrapesos republicanos.

Fondos que solventan un aquelarre de marionetas y fantoches, danzando al compás de las carcajadas de gobernantes amorales que tironean de los hilos mientras se hacen millonarios. Dando acabada forma a esta Argentina 2011 en la que, al decir de otro pensador, el español Francisco de Quevedo (1580-1645): “donde no hay justicia es peligroso tener razón ya que los imbéciles son mayoría”.

Desde luego y siendo que aún no fue derogado el precepto moral que enseña que el fin no justifica los medios, no existe argumentación alguna que pueda legitimar esta violencia pseudo legal sobre gente pacífica y honesta, imponiéndoles solidaridades forzadas como solución a las situaciones de miseria creadas y nutridas por las imbecilidades económicas (y éticas) aplicadas por los propios violentadores.

En verdad pagar impuestos es, en nuestro sistema, contribuir al fortalecimiento de la mafia estatal avalando el forzamiento sistemático como norma de organización social.
Arriando el ideal de una república de personas libres y protegidas, en capacidad de decidir su destino y el de sus hijos. Pero sin abandonar nuestro deber cívico de reflexión sin tabúes y de docencia socio-familiar en los valores de la no violencia que, donde fueron (en alguna medida) aplicados, siempre demostraron su fantástico poder benéfico a todo nivel.