Negación

Septiembre 2010

Gran parte de la sociedad y de la dirigencia política -opositora y oficialista- reflotan en nuestra Argentina la era bárbara del oscurantismo, cuando comunidad y autoridades se anclaban en la negación mientras Galileo mesaba sus cabellos sentado en el banquillo de los “locos”. La ceguera, la falsedad, la soberbia estúpida de persistir en los mismos errores y su corrupción inherente dominan hoy y aquí el escenario, tal como entonces.
El esfuerzo dirigencial de negación es tan poderoso y persistente, que los mismos desgraciados que gritan miseria bajo los azotes de gobiernos incompetentes, ciegos a la realidad, vuelven a ofrecerles el látigo a sus verdugos eligiéndolos una y otra vez.

Nuestra sociedad debe salir de esta mazmorra, abriendo los ojos a lo que nuestra propia historia reciente nos enrostra: la idea del “Estado Benefactor” consiste en una lucha confrontacional por arrancar recursos “a otros” a través de la desprotección gubernamental a toda forma de propiedad. Concepto opuesto al esfuerzo social inteligente por satisfacer los requerimientos “de otros”. Porque el primer otros consiste en una parte del pueblo tratando de canibalizar a la otra, devorándose a sí mismo mientras que el segundo otros remite a una situación de altos salarios obreros, alta competitividad empresarial y alta satisfacción de los consumidores, repartiendo así riqueza sin que medie violencia, bajo la protección de una autoridad que respete y haga respetar bienes y libertades ajenas.

Observamos, por ejemplo, el apoyo instintivo que genera la idea de destinar más fondos para comedores escolares o para la asignación universal por hijo, cuando lo obvio es que los chicos coman en la mesa de su mamá y su papá, sin auxilio alimentario ni de vestido de ningún extraño. Cosa que se consigue creando (en serio) las condiciones para que los jefes o jefas de familia obtengan trabajos consistentes y bien pagos. Sin sucio clientelismo ni extorsión ideológica por miedo al desamparo.

Cuando de reclamos de seguridad se trata, la población que sufre en carne propia el auge de la delincuencia exige más presencia policial y más infraestructura de juzgados, con más castigos de prisión. ¡Y el gobierno procura más fondos situándose a la cabeza del clamor! Cuando son los propios funcionarios públicos los causantes del desmadre, con la tozuda aplicación de políticas populistas de ahuyentamiento de inversiones y (consecuente) pauperización. Cuando son los responsables, también, de la desesperanza vital en el vacío de una pseudo-educación plagada de anti-valores, que empuja a los jóvenes hacia la vagancia, la drogadicción y el delito.
Los estatistas causantes de este desalmado genocidio por pobreza desean -como no- reforzar su monopolio de la fuerza, ya que de ello depende la capacidad del Estado para cobrar sus pesados tributos y para infundir temor sobre quienes osen pensar en ponerse de pie, para resistirse a este círculo vicioso.

Resulta evidente que la solución a la inseguridad no está sólo en un mayor gasto represivo con cargo a más impuestos, inflación o deuda pública, sino en mejorar el ingreso social. Ingreso familiar importante de dinero honesto para pagarse una mejor educación, salud, seguridad social, vivienda y bienestar que alejen a la gente del bandidaje. Ingreso que, claro, es meta imposible para los anticuados modelos socializantes de norma en la Argentina. Ingreso solo cumplible en comunidades firmemente respetuosas del primer derecho humano, garante de todos los demás: el derecho de propiedad privada.
La negación oscurantista de este irreemplazable pilar del progreso, también está claro, es la piedra en el cuello que nos viene hundiendo.

También es negación, por ejemplo, la pretensión de que el seleccionado nacional sea el mejor del mundo. Porque nuestros jugadores son vendidos y se marchan a jugar lejos de aquí, haciendo muy difícil el entrenamiento local, constante y en equipo, necesario para alcanzar ese nivel superlativo. Y eso es consecuencia de la pobreza de los clubes argentinos, que no escapan a las generales de una “ley” económica intervencionista y mafiosa, votada “de izquierda” por los mismos fanáticos que quisieran ver a nuestros futbolistas en el podio.

Se trata asimismo de oscurantismo mental cuando escuchamos a un diputado oficialista decir, refiriéndose a la confiscación de los montos ahorrados por futuros jubilados en las AFJP, a la imposibilidad de pagar el 82 % móvil, al otorgamiento de millones de pensiones vitalicias a personas que no realizaron aportes o al uso de fondos previsionales para tapar desmanejos del Estado, “¿o acaso esos egoístas que aportaron pretenden usufructuar solos de sus jubilaciones? Este es un gobierno solidario”.
Comprendemos entonces hasta dónde han llegado las creencias mágicas de muchísima gente y el porqué de esta Argentina de villas miseria en crecimiento, de rodillas ante otras naciones. Gente que cree que una sociedad puede prosperar en serio sobre la base de otorgar “derechos” a algunos, a ser pagados mediante la violación de derechos a otros. No puede.

Con expresión bovina, a diario empujamos Galileos (anhelos de verdadera justicia y progreso por mérito) a la hoguera de nuestra inquisición progre, “políticamente correcta”. Porque quien piensa y vota así es, objetivamente, un irresponsable que niega las consecuencias sociales a mediano plazo y los enormes daños colaterales… de sus decisiones.

Señoras, Señores, reveamos otra vez nuestras simpatías políticas, con una visión actualizada de lo que significa la palabra patriotismo.

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