Límites

Junio 2009

Un paquebote desvencijado y venido a menos ingresa a hélice muerta deteniéndose de a poco en un canal portuario sin salida, rodeado de basura flotante.

La viabilidad real de la Argentina y con ella las oportunidades de progreso ofrecidas a nuestra gente, ingresan en una zona límite. Un límite de perspectiva mental más allá del cual las personas creativas (las que crean, hacen, producen, invierten) pasan a orientar su creatividad hacia una prioridad: huir. Sacar de aquí su patrimonio, sus esfuerzos diarios, sus esperanzas de integrar productivamente una sociedad avanzada. Achicando el negocio para abandonar el barco en busca de horizontes menos asfixiantes. Al menos en lo que respecta al trabajo empresario y la ambición de ganancias honestas que puedan disfrutarse y reinvertirse, a salvo de la confiscación. Muchos ya lo han hecho: fuga de empresas y capitales dando trabajo, creando valor e invirtiendo en otra parte. O más inventiva en la elusión fiscal.

La presión de los impuestos sobre nuestra población, se sitúa hoy en el 50 % del producto bruto del país. De cada 2 pesos que genera toda la economía argentina, uno se lo lleva el gobierno. Una cifra colosal. Desmoralizante, ahuyentadora y absurda. Como los colmillos de un vampiro clavados en la yugular social. Fuera de límite. Que explica la mayor parte de los quebrantos privados y los males de la república.
A eso debe sumársele el demencial desmadre de lo que debería haber sido honesta e inteligente acción de gobierno: asombrosas mentiras, insultos, fraudes, abusos, prepotencias, vendettas, defraudaciones, favoritismos, coimas, discriminaciones etc. etc. redondeando un “modelo” marcado por el subjetivismo, el cinismo amoral y el más crudo gangsterismo mafioso.
Todo lo cual nos sigue empujando, por supuesto, hacia el infierno de la pobreza totalitaria: al sometimiento final, vía trituradora fiscal aplicada sobre la mayoría silenciosa.


Casi sin darnos cuenta, fuimos violando límites. Primero, el Estado ingresó como el socio vago a las empresas, con pesados retiros de fondos que se restaban a la reinversión y al reparto de dividendos. Pasando ahora de socio a dueño o socio mayoritario, relegando a los “propietarios” al rol de simples administradores. Que aportan sus esfuerzos y “know-how” (saber-cómo) para obtener una renta mínima respecto del riesgo, el trabajo y el capital puestos en juego, sobre un total que les es “propio” solo en los papeles.

Se trata de la situación actual de las empresas argentinas: auténticas meretrices trabajando “para el macho”. Para el Estado cafisho. La propiedad privada ya no es privada, sino propiedad condicionada al capricho y la fusta del amo.
Es estafa socialista en estado puro: confiscar “legalmente” la renta sin expropiar el comercio, la fábrica, la empresa de servicios o la tierra, haciendo que las cautivas trabajen gratis para el cacique y sus amigos… ¡creyéndose dueñas de sus emprendimientos y del producto! Yugo genialmente calzado sobre las cervicales de una sociedad pusilánime, que desde hace tiempo decidió someterse entregando virginidad… y dignidades.

La del impuesto es una ideología dañina. Ya se sabe. A más impuestos, menos renta empresaria y dinero honesto en las familias, menos inversión, creación de negocios y buenos empleos sustentables que generen consumo. A más impuestos más Estado pisoteador de derechos, des-educación con antivalores, burocracia, clientelismo y botín para los amigos. Más parasitismo social crónico y caciques ignorantes hostigando a los ciudadanos que se obstinen en crear riqueza.
Guste o disguste, en eso se basa el sistema peronista y radical que nos hundió. Ese es en núcleo duro de sus “doctrinas”. Es la madre del borrego y la madre de las recetas acerca de cómo hacer pedazos un gran país. De cómo quebrarle el espinazo a una gran sociedad. De cómo prostituir la cultura del trabajo y los sueños de nuestros abuelos inmigrantes reemplazándolos por el “modelo” de la obsecuencia delincuente con robo legalizado.
Llamando a las cosas por su nombre, es la ideología de la sinvergüenzada. Todo argentino y argentina, en su interior, lo sabe.

Al cruzar este tipo de límites, el gobierno provoca la reacción de un gran número de personas que comienzan a preguntarse cosas tales como ¿Qué utilidad me presta un Estado costosísimo que no me brinda seguridad, justicia, educación, jubilación, salud ni condiciones para mi desarrollo económico? ¿Pagaría los impuestos si el Estado no me obligara bajo brutal amenaza a hacerlo? ¿Prefiero trabajar para el macho del revólver o para mi familia? ¿Tengo opción real? ¿La caridad bien entendida empieza por casa, o por la casa del puntero populista de turno? ¿Por qué deberíamos apoyar con el producto de nuestra labor a violentos, autoritarios, intolerantes o dirigistas corruptos, cuando la historia universal y nuestra experiencia desde 1945 hasta hoy nos muestran que ese es el camino de la servidumbre, de la decadencia y de la exaltación de lo peor de nuestro pueblo? ¿Por qué temer a nuestra propia gente no brindándole las condiciones para crear riqueza sin agredir a otros ni ser agredidos cuando la historia de las sociedades más exitosas, inclusivas y civilizadas nos muestra que la diferencia estuvo en las libertades civiles irrestrictas, la apertura económica al mundo y el respeto por los bienes ajenos? ¿Por qué será que no nos dan la oportunidad de mostrar lo mejor de nosotros? ¿No vemos acaso que el Estado-zorro está en el gallinero llenando sus bolsas mientras nos grita que la libertad es peligrosa? Lo peligroso es lo coactivo. Son aquellos que nos prohíben elegir no pertenecer a lo vil. Eso es lo que hemos apoyado… y así hemos terminado.

Las cuadrillas de desguace se acercan por el muelle. La hora está sonando para nuestro arruinado buque que casi no recuerda ya su tiempo de gloria, de hace un siglo. Cuando éramos faro y guía de progreso en un mar de desorientados. ¿Tendremos las reservas morales y de valentía necesarias para revertir este desastre?

Izquierda Inteligente

Junio 2009

Tomemos el ejemplo de un tema caro a todo progresista que se precie: los pueblos indígenas, su postergación y pobreza, la pérdida de sus valores culturales y costumbres ancestrales tanto como la discriminación de que son objeto.
Como en casi todos los casos, los izquierdistas endilgan al sistema capitalista la culpabilidad sobre desastres, como este, de los que ellos mismos son directos responsables.

Lo primero que debe señalarse es que no somos una economía capitalista desde hace unos 80 años, al menos.
Lo nuestro es un híbrido mafioso con fuertes rasgos fascistas. Un corrupto prebendarismo de amigos y testaferros con asfixiante tributación de cuño socialista para el resto, condimentado con un reglamentarismo cerril y paralizante a todo nivel. Propiedad privada bajo ataque constante, Justicia con pistola en la nuca y legislaturas títere. Progresismo de manual si los hay.
En un entorno económico y jurídico tan esquizofrénico, el empresariado responderá al desafío adaptando sus acciones para sobrevivir y prosperar tanto como sea posible, dentro del marco-corset impuesto por el Estado.
No debe sorprender entonces que particulares y funcionarios hayan llevado las cosas por la senda de depredar ecosistemas, arrinconar etnias autóctonas y despreocuparse por las consecuencias económicas, morales y culturales de sus acciones. No sólo lo que es “de todos” no es “de nadie” sino que la falta de incentivos de verdadera ética capitalista abortó cualquier motivación favorable a los intereses de los nativos originarios.

Claramente, lo que debemos cambiar es el marco. Las reglas de juego que obligan a todos los argentinos a ocultar, trampear, desconfiar y aprovecharse pisando la cabeza del vecino para sacar la propia, de un agua estancada que nos llega a la barbilla.

Lo cierto es que las culturas autóctonas no deben asimilarse a fotos congeladas en el tiempo, que gente con pretensiones de élite y recursos para viajar, mantengan encerradas en un paleo-zoológico con tufillo cultural y “humanitario”. Como quieren ambientalistas retrógrados y sociólogos de izquierda.
Muy por el contrario, lo avanzado, lo libertario, es comprender que las tradiciones culturales o el lenguaje son modalidades vivas y dinámicas. Cada comunidad tiene derecho a reinterpretar sus ideales, reviviendo mediante la potencia del progreso económico el interés por el estudio y preservación científica de sus entidades más valiosas y conducentes. Es algo inevitable…y deseable.
En un entorno de seguridad jurídica y libertades individuales (del cual estamos muy lejos) las etnias originarias se habrían integrado al crisol de la nación, sus hijos serían universitarios graduados y propietarios en lugar de indígenas discriminados, muchos de los ecosistemas depredados serían explotados por ellos mismos con criterios agro-ecológicos de vanguardia y las condiciones de miseria que hoy tanto conmueven, no hubiesen tenido lugar.

Izquierda inteligente sería aquella que tuviera la decencia y valentía de admitir su enorme responsabilidad por crasos errores de enfoque en este y otra miríada de casos de desastre, humillación y muerte de los que está minada nuestra historia contemporánea. De retirarse al silencio de sus hogares y permanecer allí sin entorpecer más la recuperación del standard de vida evolucionado y próspero al que estábamos destinados.
El propio Ministro de Justicia acaba de admitir que durante todos estos años estuvo equivocado y que quienes pensaban distinto “lo convencieron”. Atenuó el bochorno bajo el recordatorio de que es necesario “ser valiente” para reconocer públicamente los propios yerros. El caso (esta vez) trató sobre el derecho de las parejas gay a adoptar. Un derecho defendido desde antaño por todos quienes sabemos que la libertad en todos los órdenes y la no violencia como regla fueron siempre el camino.

En absolutamente todos los casos de interacción humana en los que se pueda opinar sobre la manera más beneficiosa de resolver problemas de convivencia social, la opinión que se sitúe más cerca de la izquierda será siempre la peor y más contraproducente para todos los involucrados, su entorno, su comunidad y la humanidad global. No existen excepciones a esta regla negativa. Puede demostrarse caso por caso, error por error, conflicto por conflicto y fracaso por fracaso ad infinitum.

La regla de oro positiva que sitúa lo anterior en perspectiva tampoco tiene excepciones y es esta: en absolutamente todos los casos de interacción humana en los que se pueda opinar sobre la manera más beneficiosa de resolver problemas de convivencia social, la opinión que se sitúe más cerca de la libertad y la no-violencia será siempre la mejor y más productiva para todos los involucrados, su entorno, su comunidad y la humanidad global. Lo que también puede demostrarse caso por caso, éxito por éxito y progreso por progreso ad infinitum.

Todos sabemos que nada bueno puede resultar de líneas de acción cuyos cimientos se asienten en el barro de lo violento, de la fuerza bruta de la superioridad numérica, de la falta de respeto por la libertad real de elección y por la apropiación indebida de bienes vía impuestos. Genialmente resumido en palabras de Albert Einstein: “Es raro que se mencione un derecho humano destinado a tener gran importancia. Se trata del derecho y el deber que tiene la persona a no formar parte de asuntos que le parezcan errados o perjudiciales”.

Independientemente de que las “soluciones” de izquierda satisfagan las más deleznables inclinaciones humanas en orden al odio, la envidia, el resentimiento, la codicia de lo ajeno, la insatisfacción vital por propia incapacidad o por pereza, y que esta sea la razón profunda de su popularidad, izquierdismo y no-violencia serán siempre y en todos los casos, visiones de vida enfrentadas.

No hay un “grado bueno” de socialismo, como no hay un grado bueno de raticida que uno pueda tomar. En el compromiso entre raticida y salud, siempre perderá la salud. Nuestra historia y nuestro presente lo demuestran.

Evolución Individual

Junio 2009

Se ha dicho que hombres y mujeres piensan y también enloquecen en rebaños, mientras que suelen recobrar la cordura lentamente, uno a uno.

Ya somos grandes y no deberíamos llamarnos a engaño: hace 2.400 años Sócrates sentenció que la democracia nunca funcionaría pues la mayoría menos creativa siempre elegiría vivir en forma parasitaria de la minoría más creativa mediante la confiscación de su riqueza para repartírsela. Pensamiento que se tiene como la primera y más clara comprensión del socialismo.
Otro sabio, el estadounidense Benjamín Franklin, también razonó sobre el caso afirmando que la democracia podía describirse como dos lobos y un cordero decidiendo qué iban a almorzar. Lo que resulta especialmente cierto en el modelo argentino, que más allá de bellas teorías de protección republicana y declamaciones ingenuas, ha degenerado en brutal despotismo electivo.
Un tercer sabio, Albert Einstein, dijo por su parte: “la investidura del dirigente político proviene parcialmente de la violencia y parcialmente de la elección de la masa. No representa al grupo de intelectuales avanzados. Es como si el destino de los países estuviera condenado a caer en manos de irresponsables, que detentan el poder político”.

Porque en rigor de verdad los comicios, hoy y aquí, son maniobras de grupos de personas organizadas afianzando su bienestar y seguridad a través del expediente de restringir la libertad y la propiedad de los demás. Apelando para empezar, a una subasta anticipada de los bienes que robarán “a otros” cuando lleguen al poder (lo que se conoce como campaña electoral).
La Organización política detenta el monopolio del uso de la fuerza armada y, es claro, del cobro bajo amenaza de pesados tributos cargados sobre cada cosa que tocamos. Tiene su código de silencios y lealtades para “hacer negocios” y también su propio blindaje legal y de controles para someter a los que producen y comercian -a la minoría creativa- capítulo con el que contribuiremos a fines de este mes (la elección de legisladores).

Por cierto robar “a otros” votando a esbirros que asalten la propiedad ajena, dinamita la única escalera de salida de la pobreza que tienen los votantes más desprotegidos. Porque dicho robo frena las inversiones, desalienta la producción, fomenta la fuga de cerebros y de capitales. Causa principalísima del arrodillamiento de la patria ante decenas de pueblos a los que mirábamos desde arriba; de la mala vida y muerte prematura por miseria asestada a generaciones de argentinos. Probable genocidio por terrorismo fiscal de Estado pendiente aún de reivindicación.

La clase política que conforma esta Organización se divide grosso modo en tres vertientes: la primera directamente convicta por propia acción y confesión; la segunda, mejor intencionada pero reacia a reconocer en el no-respeto a los derechos de propiedad la causa-base del desastre nacional. Y una tercera vertiente a la que denominaremos “la menos dañina”, aunque lejana aún de las ideas de avanzada que necesitaríamos para ser un gran país.

El increíble descaro con que el actual gobierno expropia, insulta, provoca, divide, miente, atropella, compra conciencias y falsea instituciones republicanas, es el regocijo de malvivientes y parásitos asumidos. Y es la indignación de los justos y honestos, que todavía son mayoría. Nuestros gobernantes, continuadores del peronismo más vil, corrupto y bárbaro, representan entonces la primera vertiente.

La segunda se identifica hoy con la Coalición de pan-radicalismo más socialistas y reedita la misma alianza (en organizaciones adherentes e ideas económicas) que fracasó tanto con R. Alfonsín como con F. De La Rua.
El socialismo repartidor de lo ajeno, reglamentador y gran-papá-Estado-que-lo-sabe-todo es una idea superada, propia de estadios infantiles de evolución social. Que condujo a estancamientos, asfixia impositiva y anímica, como frenos a la generación enérgica de riquezas toda vez que se lo intentó en el pasado. Aquí, en Uganda, en China o en Suecia.
Demostró ser un sistema de conceptos artificiales, mal adaptados a la naturaleza humana. Sencillamente no sirvió ni servirá por más que la enana resentida (compañera del enano fascista) que muchos llevan dentro, lo siga prefiriendo. Y cuidado: no puede disfrazarse de ético al conjunto de ideas que condujo una y otra vez al hundimiento de los sueños de buen dinero por derecha y bienestar, de millones de sumergidos.

La tercera y “menos mala” está hoy representada por la alianza liberal-peronista de Unión Pro. No es más que eso: la menos desactualizada y dañina de las tres. La única con apertura mental y cultural como para allanar un tanto nuestra salida del infierno.
No evolucionaron aún hasta el Santo Grial de la potencia creadora de riqueza sin límites de las libertades máximas, la no-violencia aplicada sin excepciones y lo voluntario primando siempre por sobre lo coactivo. Pero concedamos al menos que las ideas y proyectos que exponen avanzan algunos pasos en la dirección correcta, cosa harto improbable (por su esencia estatista) para las dos opciones anteriores.

La corrección absoluta sería mucho más drástica, desde luego, y no se presenta aquí como opción. Pero si una mayoría de, digamos, el 60 o 70 % de los electores votara en blanco o simplemente se abstuviese de votar, la Organización política entera daría con su cara en tierra. Sería quitarles legitimidad, en la rebelión por hartazgo de un verdadero “que se vayan todos”.
En las elecciones de 2 años atrás, los que así lo hicieron superaron el 32 % del padrón. Cifra que se oculta cuidadosamente, contribuyendo al falseamiento institucional antes mencionado.

Sonaría entonces la hora de la gente. Sin déspotas iluminados que vivan de nuestro trabajo forzándonos a levantar las manos en silencio y a mirar al piso mientras les entregamos nuestra dignidad y el futuro de nuestros hijos.

Deber Ser

Junio 2009

Hemos sido reiterativos a lo largo de estas columnas, sobre el extraordinario logro de aquella nación joven, incivilizada y remota escalando velozmente posiciones hasta ubicarse entre los mejores países de la tierra. Superando a sociedades europeas, asiáticas y americanas en todos los rubros que definen el nivel de vida de los pueblos y la potencia de una economía en expansión.
No se trata de una opinión sino de hechos históricos: la Argentina liberal del Centenario (1910) era poderosa, respetada y admirada.
Líderes indiscutidos de todo el continente sólo superados por los Estados Unidos, éramos meca de inmigración calificada porque la inteligencia del mundo apostaba a nuestro brillante futuro.
Futuro del que querían participar, porque la apuesta era terminar de hacer de la República Argentina una sociedad de avanzada, inclusiva, libre y opulenta como ninguna otra.

Debimos ser todo eso y mucho más. Pudimos serlo con un mínimo de sentido común. Pero no fue así.
El Bicentenario nos hallará peleando los últimos puestos con ignotos países africanos y oscuras dictaduras asiáticas. Encabezando rankings de corrupción, dirigismo socialista y consecuente decadencia económica.
Caracterizados como caprichosos, mal educados, soberbios y poco confiables por el mundo civilizado, nuestra dirigencia gobernante y todos los votantes que la hicieron posible desde los años 40 en adelante, encarnan con precisión lo descripto en el magistral libro de Vargas Llosa “Manual del Perfecto Idiota Sudamericano” y en su continuación “El Regreso del Idiota”.

La realidad de hoy es, por ejemplo, la de un jubilado de 75 años, algo cojo y con rostro amargado, bajando de su mal mantenido automóvil de 35 años de antigüedad. El sol del verano lo ha hecho transpirar dentro del viejo habitáculo y recalienta el frente de su modesta casa de barrio con techo plano. ¿Vacaciones junto al mar? Imposible con su miserable retribución, tras décadas de aportes. Apenas si le alcanza para los muchos remedios que necesita, tras una vida de hacer colas en hospitales en busca de una salud pública preventiva que nunca encontró.

Pero la realidad de este mismo hombre podría ser otra. Basta imaginar una situación donde los votantes se hubiesen negado a encumbrar a nuestros campeones del Tercer Mundo populista desde los años 40 en adelante. Los mismos cuyos nombres desmerecen hoy numerosas calles, instituciones y parques.
Imaginemos una Argentina libre (o casi) de los peronistas, militares y radical-socialistas que nos mal-gobernaron. Siguiendo el otro camino: el de sociedad abierta marcado por los Padres de la Patria.

Veríamos entonces al mismo jubilado de 75 años bajando con una sonrisa de su automóvil de 1 año de antigüedad con aire acondicionado, fresco a pesar de un sol implacable. Esta vez estaciona en una calle arbolada, frente a su coqueto chalet de Mar del Plata. Se lo ve bronceado y saludable; erguido y con buena ropa. Su compañía de seguridad privada custodia su casa de dos plantas con jardín en un tranquilo suburbio rosarino. Tras décadas de trabajo y aportes a un seguro de retiro multinacional con plan de salud, hoy goza de una jubilación que le da solvencia y tranquilidad vitalicias.

La realidad de hoy también puede verse en una pareja de unos 30 años de edad. Ella aporta a la familia con su sueldo de empleada doméstica, mejorando un tanto el insuficiente salario de su marido, empleado municipal. Viven en un monoblock idéntico a muchos otros, en la zona sur del gran Buenos Aires. Es muy estrecho para ellos y sus 3 hijos, lo mismo que su pequeño automóvil de 10 años de antigüedad. Deberán aguantar, sin embargo, ya que su pobre horizonte no tiene visos de mejora. Y lo que es más doloroso: el futuro de sus adorados hijos tampoco parece prometedor. La igualdad de oportunidades ha sido sólo un cruel eslogan para ellos ya que las posibilidades prácticas reales de una educación superior competitiva, son escasas partiendo desde allí.

Pero en el planteo posible que nuestros dirigentes desecharon, la historia de esta familia trabajadora pudo haber sido muy diferente:
Así diez años atrás, de recién casados, calificaron para una empresa desarrolladora internacional que les brindó un crédito a 30 años con 5 de gracia. Comprendía el terreno con vivienda, los gastos de vida de los 2 primeros años, la infraestructura básica y el asesoramiento detallado para la producción de especialidades orgánicas de alto valor, sobre tierras irrigadas cercanas a un enorme y bello lago de la precordillera chubutense.

El emprendimiento prosperó en una gran comunidad de muchas decenas de miles de hectáreas antes desérticas, y ahora salpicadas de modernas empresas familiares.
En la actualidad, los millones de árboles plantados con criterio agro-ecológico por la desarrolladora comienzan a elevarse y a cambiar literalmente el clima. El verde se ve por doquier en un paisaje de calles vecinales asfaltadas, centros médicos y colegios privados, centros comerciales y una prolija zona industrial con empacadoras de última generación para colocar la producción local en mercados de todo el mundo, con el soporte de traders privados altamente especializados.
Grandes molinos de energía eólica y miles de metros cuadrados de paneles solares marcan, desde colinas adyacentes, la tónica de ciudadanos comprometidos con un sistema de vida sustentable y de mínima polución ambiental.
Nuestra pareja y sus hijos tienen una casa luminosa y confortable, una 4x4 de 2 años de antigüedad, una lancha para los fines de semana en el lago y están pagando sin inconvenientes las cuotas de su extensa hipoteca. Y lo que es mejor: la comunidad cuenta con un nuevo e impactante campus universitario sucursal de la Colorado University, que dicta diversos doctorados en ramas de la ingeniería genética.
Una autopista de ocho carriles enlaza ya a nuestra comunidad con el puerto, el aeropuerto y centro financiero de Rawson, terminal a su vez de un tren bala que conecta en pocas horas con Bahía Blanca, Azul y Buenos Aires. (Fin del sueño. Volvamos al monoblock elegido por nuestros votantes).

Los costos del atraso sufrido por la Argentina son pavorosos. En tiempo, vidas, humillación y sufrimientos inútiles.
Tal vez estos dos pequeños ejemplos gráficos de lo que deberíamos ser en todos los órdenes, ayuden a pensar con patriotismo nuestro próximo voto-castigo.