Responsables

Septiembre 2007

La proximidad del bicentenario de nuestra independencia y, más cerca, de las elecciones presidenciales, marcan momentos especialmente indicados para la reflexión colectiva.
El destino de la República Argentina estaba, hace 100 años, claramente marcado. Nuestra nación marchaba a paso veloz por la senda de un progreso constante y sustentable que ya llevaba 40 años, dejando atrás a países como España, Italia, Japón, Australia o Brasil entre muchos otros que ahora nos superan.

Vistas desde nuestro siglo XXI, las condiciones de vida de parte de aquella población nos hacen hoy fruncir el ceño (como también lo hace la visión actual de cartoneros o piqueteros) pero debemos considerar que antes de aquel tiempo esas condiciones eran peores aún.
Y que al momento del Centenario (en 1910) los salarios promedio en Argentina ¡eran mayores que los europeos !… y muchísimo mayores que los latinoamericanos o asiáticos.

Éramos líderes indiscutidos desde México hacia abajo en educación y salud pública, vida cultural, prestigio internacional, poder económico, exportaciones, vias férreas, ciencia y tecnología entre muchos otros ítems.
El optimismo mundial por nuestra impresionante evolución se traducía en masivas oleadas de inmigración calificada que apostaban a que la Argentina atravesaría el siglo XX consolidando ese liderazgo en todas las áreas.
De haber seguido aquel derrotero hoy seríamos sin duda una potencia de primer orden, sin pobreza, envidiada, emulada y respetada en el concierto internacional. Acreedora y benefactora. Con un nivel de vida y confort en las clases medias y bajas enormemente superior al que tenemos.
De civilización avanzada y a estas alturas, lanzada a la economía del conocimiento y al futuro más brillante para nuestros hijos.
Como les ocurrió por cierto a otras pocas naciones que alejándose de recetas fascistas, nacionalistas y socialistas (que privilegian la coerción y la apropiación) continuaron sus caminos con recetas más liberales y capitalistas (que privilegian la libertad y el respeto por la propiedad).
Pero sucedió que guillotinamos a la gallina de los huevos de oro.
Y aquel proyecto de grandeza se desangró ante nuestros ojos, los de nuestros padres y madres y los de nuestros abuelos y abuelas. Hoy nos debatimos entre la pobreza y el descrédito, pagando con humillación nuestra ceguera.
Podremos aducir que todo fue culpa de los dirigentes políticos olvidándonos que fue el voto mayoritario, el aplanador poder del número, quien los puso y los pone en el mando. Podremos decir que en ocasiones votamos por la oposición, silenciando que la oposición de izquierdas es solo la alternativa del resentimiento encubierto, la profundización del desatino. Podremos decir muchas cosas pero no podremos eludir la responsabilidad y culpabilidad individual, por haber encumbrado a todos y cada uno de esos “estadistas” y “legisladores” (incluso a los militares, que no fueron sino el resultado matemático, previsible y obtuso de gobiernos civiles incapaces).

Hay sin embargo una clase de ciudadanos que son más responsables que otros : una clase de argentinos notables que por su exposición pública son escuchados por millones. Ellos y ellas son deportistas, actores, actrices, cantantes, periodistas, intelectuales o artistas destacados que no se privan de opinar sobre política económica y social basándose en sus rencores y miserias personales (o en la conveniencia más vil) antes que en el verdadero bien común.
Su ignorancia de fondo sobre aquello que recomiendan y sobre sus consecuencias reales para la patria parece tenerlos sin cuidado.
Estos pseudo-comunistas de salón son doblemente responsables pues cuando avalan soluciones calcadas de las que se vienen aplicando una y otra vez durante el curso de nuestro desbarranque, son escuchados con unción por aquellas mentes sencillas que luego conforman la mayoría electoral. Gentes simples que nada se cuestionan, aplauden sonrientes y “eligen” más de lo mismo para luego seguir sufriendo con paciencia los resultados de una Argentina perdedora que no puede ofrecerles las ventajas (tremendas ventajas para los menos afortunados) de ser ciudadanos de un país de primera.
Son verdaderos ángeles exterminadores, vendedores de buzones … peligrosos y efectivos promotores de miseria.

Eligiendo al Gobernante

Septiembre 2007

Según indican las encuestas, la Sra. de Kirchner resultará probablemente electa como presidenta con más de la mitad de los sufragios.
Alguna chance podría caberle a la Sra. Carrió o al Sr. Lavagna si un imponderable catastrófico alterase la intención de voto de aquí al 28 de Octubre, colocando a alguno de ellos en una eventual segunda vuelta.
Tres candidatos de centro izquierda nacionalista (más bien representantes de un socialismo híbrido “a la criolla”) se disputan, pues, el poder por los próximos 4 años.

Está claro para los argentinos pensantes, por otra parte, que ninguno de los tres encabezará la revolución copernicana (giro de 180 grados) que nuestra patria necesita para saltar de la decadencia presente a una fulgurante prosperidad real en este mundo que se globaliza velozmente, sin piedad, sin pedirnos opinión ni esperarnos.
Sencillamente, la posibilidad de que alguno de ellos nos conduzca por el camino de la “explosión de crecimiento” que necesitamos no existe en sus bagajes ideológicos ni culturales. No está en sus historias partidarias personales y ni tan siquiera en sus declaraciones más actuales. Sus recetas destilan olor a naftalina aún antes de ser aplicadas. Los tres privilegian el par coerción y apropiación por sobre el par libertad y propiedad.
Carecen de la visión avanzada de siglo XXI que, con audacia, honestidad y valentía innovadoras, podría lanzar a la Argentina al primer mundo sin escalas.
Lo que en verdad nuestro país necesita es un equipo de gobierno que garantice la seguridad política tanto como la económica. Un programa que conste de solo 2 palabras : Constitución y Propiedad.

El subdesarrollo no tiene solución (ni aquí ni en Namibia) si no hay seguridad política y económica para los emprendedores. La elite productiva de creadores de riqueza y empleo debe trabajar sin las manos atadas. No debe interesarnos si no son simpáticos, cultos y educados sino que trabajen a marchas forzadas ¡ porque de su trabajo se beneficia la sociedad entera !
El almácigo de futuras empresas es el ahorro personal y debemos tener presente que los tres candidatos lo atacan a conciencia cuando apoyan políticas impositivas de progresividad en el impuesto sobre los réditos y una tributación elevada a los que más ahorran con el objetivo de eliminar diferencias de ingresos nivelando hacia una masa indiferenciada.
Por cierto que son ideas obtusas (entre multitud de otras iniciativas que favorecen a la clase política) que no incitan a seguir invirtiendo.
Normas laborales y sindicales paleolíticas, regulaciones burocráticas paralizantes, corrupción que demuele hasta la seguridad jurídica o la imagen de un gobierno hambriento de dineros ajenos para seguir “invirtiendo” en la compra de voluntades y votos mientras perpetúan (y usan) la pobreza son denominadores comunes a estas recetas del fracaso.

El socialismo es inferior a la libre empresa no solo porque ésta es más eficiente y eficaz en crear riqueza general sino porque es moralmente injusto. El capitalismo popular que tanto los atemoriza y la comunidad de trabajo como filosofía empresaria viven y crecen cuando hay respeto cabal a la propiedad privada y acuerdos voluntarios mientras que el sistema en vigencia (y el que se nos aplicará en lo inmediato) prioriza el manejo de los precios, el planeamiento de todas las variables económicas y el dirigismo “científico”, tan caro a las mentes falsamente distributistas que nos vienen gobernando.
En lugar de promover el bien común promovieron inmoralmente nuestra pobreza, la brecha entre ricos y pobres y la brutal caída Argentina en el ranking mundial de prosperidad de los pueblos.

El despegue hacia el futuro de nuestra sociedad vendrá cuando la mayoría estafada comprenda que el método no consiste en programar y controlar todo robando al laborioso para subsidiar al vago, sino en codificar los derechos fundamentales a partir de los cuales los individuos podrán actuar y desarrollar sus iniciativas.
No habrá una Argentina poderosa mientras nuestro dinero esté a merced de la inflación o expuesto al saqueo impositivo, nuestro patrimonio sujeto al capricho del gobernante y nuestro derecho empresario asfixiado por las reglamentaciones populistas. ¿O alguien entre los pensantes todavía cree lo contrario?